CAMBIANDO- Jesús Ginés O.

| Jesús Ginés Ortega Jesús Ginés Ortega

Después del virus todo cambiará en el mundo que habitamos, chinos, americanos, europeos y naturalmente también los chilenos, amarrados al mundo global con fuertes lazos económicos, culturales y sociales. Es lo que nos aseguran casi todos los opinólogos que, en estos días han proliferado con mayor velocidad que el maldito Covid19. Y no cabe duda que esto será así, al menos por un buen tiempo. Nos adaptaremos a mantener distancia social, a las mascarillas y el lavado de manos, a olvidar besos y abrazos, y sobre todo a mayor presencia en la casa familiar y menor en el lugar de trabajo, nos enredaremos más cada vez en las redes electrónicas para informarnos, formarnos, comprar y hasta para rezar. ¡Qué horror¡ No sé si los viejos nos acostumbraremos o moriremos en el intento de adecuarnos a tan tremendo cambio.

Naturalmente que la vida es un cambio permanente desde el nacimiento hasta la muerte y que, dadas las circunstancias de cada cual, cambiamos de tareas distintas, de lugares y del tiempo que nos va pasando. Trabajamos material y mentalmente, creamos, pensamos, escribimos, viajamos, dialogamos, discutimos y también nos admiramos y contemplamos con asombro el ancho mundo que nos lleva en volandas durante toda nuestra vida. Es cambiante nuestra suerte, cambiantes nuestros anhelos, cambiante nuestro cuerpo y ciertamente nuestro espíritu. De no ser así nos convertiríamos en robots o en marionetas, que viene a ser lo mismo, dependiendo de tecnologías más o menos avanzadas.

Al final de la epidemia seguramente habrá algunos que olvidarán lo que nos pasó y lo que sentimos en forma colectiva y tratarán de volver a las andadas; protestas, insultos, guerras y guerrillas, engaños, hurtos, violencia. ¡Es tan débil la memoria del pobre ser humano! Es capaz de gritar a voz en cuello que todo tiene que cambiar, sin advertir que el único cambio que puede ser para bien de cada uno y de los demás, es el que se produzca en nuestro espíritu, en nuestra conciencia, en nuestra racionalidad. Si nos atrevemos todos y cada uno a ser un poco más razonables, más perdonadores, más ayudadores, más conscientes de que el mundo lo habitamos todos y que en el banquete de la vida, nadie debe estar ausente, ahí sí que daremos en el clavo. Tengo que cambiar yo y tú también. Y el vecino y el adolescente y el adulto y el viejo. Y cómo no, ellas también, para no olvidarnos de la inclusión.

¡A cambiar se ha dicho! Empezando por casa.

Jesús Ginés Ortega

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