Evangelio domingo 31 de marzo

Domingo 31 de marzo de 2024 | Juan Francisco Bravo

31 de marzo de 2024

Evangelio según San Juan 20, 1-9

Domingo de Pascua de Resurrección

El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto». Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

Meditación de Francisco Bravo Collado

"Vio y creyó".

Pareciera que Jesús me dijera: "Así como a mis discípulos les pasó, me gustaría que les pasara a ustedes. Me gustaría que corrieran a ver qué pasó con mi cadáver. Que puedan enfrentar esta incertidumbre –esta incredulidad- que tienen. Y que cuando no encuentren un cadáver, puedan confiar en sus propias intuiciones. Que puedan escuchar sus corazones. Que puedan vivir sin una demostración para todo lo que hacen. En este Evangelio yo los invito a correr hacia los milagros, y a aceptarlos como tal."

Este texto siempre me ha llamado la atención. Es ridículo pensar que Juan creyera que el hecho de no encontrar el cadáver de Jesús era suficiente evidencia para la Resurrección. Siendo él tan inteligente –autor del evangelio y del apocalipsis- y habiendo tantas hipótesis alternativas, él debe de haber sabido que había otras opciones. Juan no creyó por motivos racionales, sino que le creyó a su propio corazón. Y cuando pienso en esto, me doy cuenta de que me gustaría ser como él. No solo me gustaría ser tan despejado y sabio, sino que tan intuitivo y profundo. Me gustaría aprender, como Juan, a creerle a mi corazón.

Querido Jesús, gracias por la lógica. Gracias porque nos das inteligencia para discernir verdades de mentiras, y que la podemos ocupar para entender, discernir y escudriñar. Pero sobre todo, gracias por la intuición que nos regalas. Gracias porque nos haces personas completas, con sentimientos y subjetividades, no computadores súper programados. Enséñanos a ser como tus discípulos: como Juan, que corre a encontrarse con tu victoria salvadora, y como Pedro, que no necesita pensar antes de abalanzarse sobre tu tumba. Yo quiero aprender a usar mi intuición y a creerle a mi corazón. Dame más fe.

AMÉN

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